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miércoles, 28 de julio de 2010

Fantasmas en Lima ¡viejo cuento!

Hace unas semanas en Lima, más precisamente en el Rímac, una señora llamó a una radio limeña y manifestó que en su casa habían fantasmas que estaban aterrando a su familia. A las pocas horas desfilaron por las emisores limeñas una sarta de charlatanes autodenominados “psíquicos”, “caza fantasmas”, “brujos”, “doctores” en no sé qué y graduados en no sé dónde y un sinfín de pseudocientíficos.



Escuché absorto toda sarta de “verdaderas sandeces” por la radio mientras regresaba a San Juan de Lurigancho cansado del trabajo y agobiado por el trafico infernal, gentileza del Municipio de Lima, empresas de gas, agua, constructoras, entre otras linduras. Iba a cambiar de emisora, pero preferí escuchar tan sólo con el fin de distraerme del tráfico y en el camino mentalmente iba refutando cada una de las idioteces que los entrevistados declaraban a “vista, paciencia e ignorancia” del entrevistador.



Me pregunté primero cómo definen a un fantasma. Para muchos tiene forma humana o partes humanas, que proviene de una persona muerta, que es semi-transparente, a veces se le ve muy difusamente, que flota o también puede caminar y sobre todo no se le puede tocar ni menos atrapar. Es decir, no es algo material y por tanto no puede interactuar con la materia. Si fuese así, yo no me preocuparía por los fantasmas, ya que si yo no los puedo tocar, ellos tampoco, ni menos hacerme daño. Si fuese materia ya hace tiempo hubieran atrapado a uno de ellos.



Estos casos surgen porque cuando una persona muere repentinamente no tiene tiempo de asumir su muerte y queda atrapado en este mundo, declaró sin desparpajo, uno de los primeros charlatanes en ser entrevistado, mientras conducía mi Nissan por la Avenida Colonial. Inmediatamente pensé: ¿Cuánta  gente ha muerto repentinamente en las guerras, en un asalto, caminado por un infarto, etc.? Deben se millones, y si consideramos desde los hombres de las cavernas que murieron hasta la actualidad, son miles de millones de fantasmas que deben poblar el planeta Tierra. Ergo, los vivos deberíamos ser minoría y seguramente somos los invasores y perturbadores del “tranquilo” mundo en el que “viven” esos fantasmas.



Otro “sesudo” autodenominado doctor (doctorado seguro en alguna universidad fantasma) manifestó sin pestañear (mientras yo estaba circulando por la Av. Tacna) que los humanos éramos materia y energía. Prosiguió el “docto” que cuando uno moría quedaba la energía y de allí provenía el fantasma. Es cierto que nosotros somos materia y energía, pero la energía cuando morimos se agota. Pero además, ¿cómo obtenemos nuestra energía? Pues a través de la comida. Que yo sepa los fantasmas no comen ni beben, salvo error u omisión.



Sin tragar saliva otro “psíquico” manifestó  había conversado con el fantasma y que éste le manifestó que estaban molestos (supuestamente eran tres, según otros dos y algunos “estudiosos paranormales” se sinceran y nos dicen que no saben cuántos fantasmas hay en esa casa) y que se han manifestado, según el fantasma vocero (añadido mío), por los trabajos de refacción que estaban haciendo en esa casa vetusta del Rímac. ¡A caracas! Tan igual que ciertos pobladores peruanos que no quieren una obra, protestan tomando la carretera, estos señores fantasmas indignados protestan por los trabajos de refacción de la casa. ¡Qué se habrán creído! En este punto yo estaba precisamente cruzando el jirón Trujillo y tras escuchar semejante declaración casi tuve el instinto de parar el carro para reírme y preguntarme si estaba en el siglo 21 o en el 14. Vamos por partes. Para que el fantasma te escuche es necesario que tenga, por lo menos, oído y cerebro. El oído medio, según me enseñaron en el colegio, está compuesto por tres pequeños huesos (materia); el yunque, martillo y estribo. El sistema auditivo y el cerebro son materia. Pues si los fantasmas según los paranormales no son materia ¿cómo “miércoles” van a escuchar?



Otra avispada “estudiosa de lo paranormal” declaró cuando yo ingresaba en la Av. Próceres de la Independencia que por medio de niño índigo había mantenido contacto telepático con el hasta ese momento “vocero” de los fantasmas de la casa de la calle Libertad. Vamos, nuevamente recurro a lo anterior. Si es que supuestamente asumimos un contacto telepático “fantasma-ser vivo” éste tiene que realizarse por medio del cerebro que es algo material, lo que, por supuesto todos sabemos que no es el caso de los fantasmas. Tendría que tener cerebro y además un sistema sanguíneo que lo nutra.¡ Imposible! ¡Oh fantasmas cuantas sandeces se dicen en tu nombre!



Al día siguiente de la llamada se presentaron “voluntariamente” otra sarta de paranormales figuretis. Hubo uno que rezó en arameo, sumerio o no sé qué lengua, incluso hay un video. Yo no sabía que los fantasmas sabían varios idiomas, seguro tienen un centro de idiomas, que también les enseñaban lenguas muertas y por supuesto tendrán universidades con su pre, donde les enseñan a aterrar y volver loca a los vivos, pues “business are business” aquí o en el más allá. Por otro lado, los brujos, videntes, paranormales y psíquicos deberían ponerse de acuerdo y no estarse boicoteando. Así como los de construcción civil deben marcar su territorio. No puede ser señores que un brujo piurano venga a Lima a “ejercer” su oficio o un vidente del Callao vaya a San Juan de Lurigancho.


Se cuentan, como argumentos sustentatorios de la existencia de fantasmas, las siguientes ocurrencias causadas supuestamente por ellos: movida de objetos metálicos, sombras negras, olores insoportables, golpes, ruidos, aparición de luces, apagado de luces, etc. Pero ¿por qué, tan ligeramente, se responsabiliza de estos hechos a los fantasmas? ¿Qué han hecho estos seres para merecer semejante trato? ¿Dónde están las ONG defensoras de los derechos de los fantasmas?  ¿Podrían ser otros seres o podrían ser otras las causas?  Si ustedes ven la casa mencionada, es como la mayoría de las casas del Rímac: vieja y ruinosa. Es lógico que allí se caigan las cosas, que se escuchen golpes de tablas, ruidos inesperados, el apagado y prendido de luces (el tendido electrónico debe ser antiquísimo y caótico), los olores nauseabundos, entre otros fenómenos naturales, que se agravan si es que se ha destruido alguna parte antigua para refaccionarla.


Seguro en estos días nuestros queridos padres de la patria nombraran una comisión investigadora para ver el caso de los fantasmas del Rímac. No faltarán las citaciones a los brujos y videntes y por supuesto algunos de estos ilustres y sesudos congresistas citarán al vocero fantasma. No me extrañaría que luego sacaran una ley del trabajo del vidente, otra del brujo y del psíquico. Y no vayan a olvidar del especialista en psicosociales, que en estos tiempos es muy solicitado. Para no quedarse atrás el gobierno emitirá un decreto supremo que limitará la actividad fantasmal, la SUNAT irá tras ellos (estos malditos no pagan impuestos desde hace siglos, seguro declarará furioso un funcionario del tercer nivel)  y los gobiernos locales sacarán edictos para empadronarlos, restringir el accionar de los fantasmas y darán pleno poder a serenazgo para reprimir cualquier actividad de estos entes que perturben el orden y tranquilidad de los vecinos. Total, estamos en el Perú y en plena campaña electoral.




La movida de objetos metálicos y artefactos que parecen funcionar si estar conectados al sistema eléctrico podría ser explicada, entre varias razones, por algún vecino gracioso o por la presencia de campos electromagnéticos debido a un cableado eléctrico deficiente que sumado a un suelo muy conductor ocasionan estos fenómenos físicos. El campo electromagnético puede actuar con el entorno y, de acuerdo con el valor de ciertas variables, puede dar lugar a la acumulación de carga superficial, inducción de corriente eléctrica, formación de dipolos eléctricos y fuerzas sobre cargas en movimiento.



Estos fenómenos unidos a que nuestro cerebro está condicionado a creer y sumado al miedo y supersticiones que en algunas personas alcanza niveles altos, dan lugar a creer en fantasmas que se alimentan del miedo de la gente. Para colmo de males, parece ser que no hay fantasmas bonachones, según los “testigos” todos son malosos o cuando menos bromistas pesados. Al llegar a mi casa pensaba en escribir sobre este caso en el blog, pero antes debía madurar las ideas y buscar algunos videos.



En el divertido e ilustrativo video de abajo dado por Michael Shermer y titulado “The pattern behind self-deception” se muestran como los campos magnéticos, eléctricos y ciertas drogas pueden alterar la percepción de las personas y hacerlas creen en cosas sobrenaturales. Asimismo, Shermer explica porque los seres humanos tenemos tendencia a encontrar patrones en ciertos hechos o fenómenos lo que nos lleva a creer en lo sobrenatural.